Soy una
mujer triste... es la emoción que me signa, que me traspasa, que me
emborracha con tinta. Soy una mujer triste de esas que dejan el alma
junto al papel. Los tristes se balancean en el borde de las alturas y de la narcosis. El otoño es el final de una época de luz, veranos cálidos, en el otoño las noches se hacen más largas y hay más monstruos bajo las camas.
Estoy escribiendo en un cuarto en penumbra con una rata como compañía, bueno es un hamster y es de mi hija. Espero eso no me descalifique del club de los tristes. El amor se rasga como la hoja de papel o el alma que rompo cuando no quiero reconocer lo que escribo o a quien escribo. Para triste yo. Todo se convierte en mediocridad, en monotonía y por fin en engaño. Un engaño anual, mientras envejecemos. Solo puedo escribir de tormentos y vicisitudes como buena nigromante. Estoy acostumbrada a lo muerto, pero sin el deseo de revivirlo. Lo muerto, que se quede muerto. Solo quiero beber una copa de vino y fumar un buen cohiba, mientras le hago el funeral a lo muerto.
Buena nigromante ando hecha, escribiendo la palabra derrota en una pequeña mesa de madera. Para triste yo. El sosiego de la soledad es una entelequia. Necesito una buena mesa organizada con espacio para tabaco, cenicero, papel para escribir un poema y tal vez un martini o un whiskey, pero no nací poeta, ni bohemia, nací triste.
Tristemente exquisita como cada punto y coma suyo. La tristeza no es suficiente ni las palabras para describirla.
ResponderEliminarGracias por leerme.
ResponderEliminarBesos bermejos
Cómo siempre. Igualmente.
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