Por: Angelo
Negrón Falcón
— ¿Porqué
me miras de esa forma? — gritó malhumorada mientras la miraba
con igual repudio.
La
sonrisa burlona no se hizo esperar. El sarcasmo las inundó a ambas.
Empeñadas en ofenderse la sarta de palabras soeces inundó el
cuarto. Primero prometió vengarse de las ofensas recibidas, luego la
acusó de egoísta y desconsiderada.
— ¡Te
traje una sorpresa! — contestó a los insultos con más ímpetu
y mientras empuñaba una cuchilla.
—Ni
a ti, ni a la madre que te parió le tengo miedo — señaló con
voz retadora.
Con
el puñal en mano y harta de tantas palabras sin sentido lo hundió
en la barriga de su rival. Al ver que aún permanecía viva; decidió
hundírselo en el corazón. Una enfermera la encontró en plena
discusión, pero no llegó a tiempo para quitarle el cuchillo y
salvarla. La fuerza y rapidez con que enterró la navaja lograron lo
que perseguía. La sangre salió a borbotones y trató de aferrarse a
algo. Únicamente consiguió manchar de rojo un espejo empotrado en
la pared. Escuchó en las últimas palabras de su enemiga la promesa
de volver del infierno para odiarla más aún. La enfermera se acercó
con cuidado de no mancharse los zapatos blancos con sangre y le tomó
el pulso a la perjudicada.
— ¡Esta
muerta! —pensó mientras salía de la habitación. Buscó al
medico de turno para darle aviso de lo ocurrido.
— Doctor;
la paciente del uno-siete-uno esta muerta. Acaba de enterrarse un
puñal en el pecho.
— ¿Cómo?
¿Quién la soltó de la cama? Ordené que estuviese amarrada todo el
tiempo ¿No le dieron la dosis que le prescribí esta mañana? —
preguntó mientras buscaba entre los “records”. Encontró la
minuta y caminó hacia la habitación seguido de varias enfermeras y
del jefe de seguridad. Al abrir la puerta encontró el cadáver
ensangrentado. La escena era impresionante. El cabo y parte de la
navaja del cuchillo sobresalían a la altura del pecho.
— ¡Ahora
si que nos jodimos! ¿Cómo le explican a los familiares y a la corte
que una paciente esquizofrénica que padecía de personalidades
múltiples y desdoblamiento consiguió un puñal? —Gritó
mientras meditaba lo que representaba una demanda por impericia
médica — ¿Cómo llegó esa navaja hasta aquí? ¡Alguien
conteste!
—
¡Puñeta! Está vez la jodí
—pensó el guardia de seguridad cuando se llevó la mano a la
baqueta en su cinto y no encontró su cuchilla —No me di cuenta
que me robó la navaja. Esa cuchilla debe tener mis huellas
dactilares. Además; Cuando le hagan la autopsia y le encuentren
rastros de semen, me cagué en mi madre...
***
Angelo
Negrón Falcón es narrador, bloguero y asiduo fanático de la
twitteratura. Oriundo del pueblo costero de Cataño en Puerto Rico, a
finales de la década del 80 funda y dirige la revista Senderos.
Durante los años siguientes sus cuentos serán conocidos en las
páginas de la revista Taller Literario. En la primera década del
presente siglo comienza a publicar en la WEB su bitácora titulada
Confesiones, en la que ha ido publicando algunas de sus piezas
narrativas, que suman más de una centena. Su blog, a través de los
años, se ha ido convirtiendo además en un espacio cibernético que
ilustra el acontecer cultural boricua. Fue incluido en la antología
Cuentos puertorriqueños en el nuevo milenio, antología que recoge
50 cuentos de 50 narradores puertorriqueños contemporáneos,
publicado por la editorial Libros de la Iguana. También ha sido
publicado en Revista Purpura, en Diversidad Literaria de España, en
Revista Inopia (N.o 03 Año II) y en múltiples sitios de la WEB.
Sus libros Causa y efecto (cuentos) y Ojos furtivos (novela), han
sido publicados bajo el sello de Publicaciones Gaviota.
Suele suceder que en los llamados Centros Mentales, los guardias o personal asistente abusen de los enfermos. Es una triste realidad.
ResponderEliminarBuen relato de Angelo...Abrazos para ti querida Lynette y otro para Angelo.
Taty: Agradezco tu mención al relato. Tal como mencionas: Triste realidad. Un abrazo.
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